jueves, 30 de agosto de 2012

ALMA HERIDA



26 de agosto, a las 18,20
 
Estoy frente a la tumba de mi hermano, a la derecha la montaña maldita. En vez de llorar te escribo. Hace un sol insultante que araña almas ateridas de amor. Esta es mi familia: Corazones solos, afligidos, palpitantes, buscándose torpemente entre escaramuzas verbales y miradas descompuestas. No hay lugar para la paz. Solo Roberto es su dueño. Y mi alma habita un cuerpo con deseos de vivir, de amar, de compartir, de dar y recibir. Mis amigas han sido mi brújula este agosto maldito, también mi hijo. He sonreído con muecas y reído por fuera, la pena del alma la anestesian los versos de mis poetas de siempre, que atemperan una tristeza inevitable y necesaria.

Mi vitalidad sigue viva, y me alejo de las sombras que acuchillan. Mañana iré a Covadonga, a pasar el día con mis amigas de infancia. Setiembre está ahí y me ayudará a ocupar la mente con rutinas. Te veré, por fin, y sentiré todo lo que sientes, que tu abrazo y tu piel me contarán. Estamos vivos y llenos de amor. Doy gracias a la vida, como la canción que tanto le gusta a tu madre. Ella te ha dado lo más hermoso que posees.

 
26 de agosto, a las 3,43

Hace un mes dos cuerpos ardientes gozaban juntos a esta hora, y durante las horas siguientes hasta el medio día. Desde entonces, el mío esta huérfano de dulzuras, besos, abrazos, pasión y deseo... No entiende qué le pasa al tuyo, tan distante y ausente. Tus silencios son espadas en labios secos que arden solos, a la deriva, sin rumbo ni dueño.

  
30 de agosto. Últimas palabras
 
He burlado a la tristeza con juegos de cartas y falsas risas. Unas veces he llorado escondida y otras explotaban ríos de dolor en mis ojos. Quevedo, Neruda, Bécquer... He buscado en sus versos alivio para la cuchillada del alma, mas nada he hallado que me devuelva la imagen de mí que era ayer.

Mañana se va mi hijo, mis  amigas el viernes. Él me abrazaba, ellas me entretenían. Volveré pronto a mi casa, que ya no será la misma, porque yo no soy yo; parte de mis entrañas se han quedado en esa maldita montaña. Una vida sin vivir, un corazón grande pudriéndose en una tumba, no volver a ver sus ojos, a escuchar sus palabras, a creer que saldrá adelante, que algún día yo podré ayudarlo, queriéndolo como la madre que un tiempo fui para él. Mi vida no vale nada sin la suya, arrebatada por una puta muerte anticipada. La alegría de otros me espanta, la música de los jóvenes me enferma. Roberto no está y la montaña sigue ahí, provocadora, impertérrita, no siente el dolor de una familia despedazada. Hay una anciana de 95 años que pasa delante de mi casa. Mi padre dice que su hijo ha ocupado su lugar, mi madre, sonámbula, reza sin poder rezar y lleva flores a su tumba de un rosal que agoniza.
Busco consuelo en la belleza última que contempló desde su alma extraviada, y nada me lo devuelve. Nadie, nadie puede hacer nada para quitarme esta pena del alma.
                                                                                                                                  30 de agosto de 2012

domingo, 19 de febrero de 2012

RECHAZO DE LA PALABRA MUTILADA



El género epistolar se va transformado a velocidad de vértigo.

Se van quitando letras, abreviando palabras y llegará un momento en el que ocupará más el formato que el contenido de tanto abreviar.

Con ello las palabras van perdiendo su significado verdadero, hay abreviaturas que hacen daño a la vista, incluso al alma. Por ejemplo TQ, ¿qué es eso? es horripilante.

Reconozco que soy muy convencional con la palabra y su forma de viajar. A la palabra hay que respetarla y mimarla, tratarla bien. La palabra es potente, tiene el poder de albergar esperanza, alimentar y curar almas, consolar corazones doloridos, ofrecer alegría... también puede hacer lo contrario: engañar, herir, matar... es como lo que decía Sem Tob: "Todo depende del uso que se haga de..."  ella.
Yo amo las palabras, me regodeo en su fisonomía, navego, buceo en y con ellas. Busco la apropiada cuando quiero crear un texto, la escudriño, la interrogo, la palpo... y cuando la hallo la hago mía y la acaricio.

También me gusta tomar palabras de otros si me gustan, robarlas para luego protegerlas yo y convertirme en escultora del idioma. Las palabras de otros nos enriquecen. No digo nada nuevo. Neruda tiene una sabrosísima prosa poética sobre la palabra.
¿Cómo viajan nuestras palabras? ¿Somos capaces de expresar todo lo que sentimos, pensamos, deseamos, añoramos, soñamos ...? también el poeta se pelea con el rebelde y mezquino idioma, lo importante es intentar elegir la apropiada, perseguir una forma.

Las palabras que se guardan, que se tragan... ahogan.  Yo prefiero exponerlas, exhibirlas, lucirlas, dedicarlas, compartirlas. Y elijo las más bellas y sonoras para compartir con el otro, que está hecho a semejanza mía, y también quiere escuchar las que acarician el alma. Pero nunca mutilada. La palabra cercenada está herida de muerte, y se ha inventado el idioma para compartir, porque compartir es vivir.
 01,13,  del domingo, 19 de febrero de 2012.

miércoles, 4 de enero de 2012

LA CÁNDIDA ADOLESCENCIA


Para Sheila y Telmo


Una estación. Un autobús o un tren. Un reloj.

Dos jóvenes se despiden. Se rozan tibiamente, quieren fundirse en un abrazo mas no pueden. Hay gente. No hay tiempo para más.

Sus miradas se encuentran por un instante. Se rompen por dentro sin que nadie lo perciba. Duele la ausencia ya, pesan las horas que los separarán irremediablemente. Sonrisas para los demás. En el estómago se forma un nudo. 

Las lágrimas laten en dos corazones secos de alegría. Tristeza. Inmensa tristeza. 

¿Por qué el mundo sigue igual? Por qué no se paran los relojes? ¿Es que no sienten el dolor de dos enamorados al soltar sus manos?

Maldito el tiempo. Maldita la distancia. Ellos son los grandes enemigos del amor. Ganas de gritar, de correr tras el trocito de uno que se aleja. El palpitar de unos ojos arrebatados de ternura desliza su candor hacia una mente que para sobrevivir piensa: "Nos hemos visto. Ha merecido la pena. Llevo su recuerdo, estoy impregnado de su risa. Pronto nos volveremos a ver." 
 
Alguien llega. "Vamos de compras". "Lloraré más tarde"
Ella se va, se está yendo, se ha ido, con la mochila cargada de ilusión, una botella de agua, y el pretexto de dormir para no pensar, para no sufrir, porque "la vida me espera en mi ciudad". Mientras duerme, sueña despierta con el próximo encuentro, y llora en silencio, acurrucadita en su asiento, porque la pena la puede y nadie la ve. Solo él lo adivina y en la distancia la abraza con su sonrisa.
No importan ni el tiempo ni la distancia. Ellos saben estar juntos.
Es la cándida adolescencia.
21,15 del miércoles, 4 de enero de 2012.